Y de la noche a la mañana me vi expatriada en El Cairo, viviendo entre pirámides, gatos resabiados y turbantes blancos...

martes, 27 de octubre de 2009

Laila y el misterioso pepino.

La planificación familiar es uno de los muchos temas tabú en la sociedad egipcia.
Todo el que puede la pone en práctica, pero a la chita callando, los hijos son un regalo de Alá y nadie, sino él, puede interferir en el proceso de creación.

Tratándose de una regalo venido de "allí arriba", nadie lo cuestiona, por lo menos en público, sería una herejía.

Por eso, la historia que voy a contaros ahora y que me llegó de primera mano, me resultó especialmente curiosa y me condujo nuevamente a la convicción de que nunca llegaré a comprender del todo, la dualidad que se vive en esta sociedad. Cuando he conseguido conocer ciertos aspectos y cuanto más segura me siento de entender cómo funcionan, ocurre algo que tira mis teorías por la borda y me hace plantearme todo de nuevo.

El asunto en cuestión, ocurrió en uno de los colegios internacionales de El Cairo.

Se aproximaban las fechas de los exámentes oficiales de idioma extranjero y los alumnos de secundaria debían elegir el tema sobre el que harían su presentación. El proceso se prepara meticulosamente y los temas se aprueban de antemano, antes de la llegada del comité examinador de Europa que aprobará o no los trabajos presentados.

Así fue como Laila, de quince años, se presentó a su tutora con un controvertido tema debajo del brazo, "Planificación Familiar y Métodos Anticonceptivos". Esto, que en un país occidental no tendría nada de especial, causó en la junta directiva un cierto revuelo, porque no tenían ni idea de las consecuencias que el trato del tema en cuestión podría acarrear. Al final, se respetó la decisión de la chica y el tema fue aceptado.

La mañana del examen, Laila llegó como siempre, vestida púdicamente y con el velo islámico cubriendo completamente cabeza y cuello. Todos se extrañaron enormemente, puesto que no esperaban que una chica, tan joven y además musulmana conservadora, hubiera elegido, un tema tan poco conservador.

Se presentó con soltura, nada de rubor ni miradas al suelo y después de aclarar que su ponencia se centraría exclusivamente en las costumbres europeas en dicha materia, porque en su país el tema era tabú, abrió su maleta y sacó toda clase de artilugios para apoyar su presentación. Encima de la mesa fue colocando un "diafragma", un envase de "píldoras anticonceptivas" unos "preservativos" y un misterioso pepino. Sí, queridos, un pepino verde, de esos que hay en el supermercado.

Los examinadores europeos escucharon como Laila explicaba con total serenidad el funcionamiento del "DIU" y las ventajas de la píldora, pero lo que no se esperaban es que la criatura, deseando llevarse el "10" a casa, tomara con remango aquel pepino de humanas dimensiones y le colocara con toda naturalidad y destreza uno de los preservativos, recalcando la importancia de hacerlo correctamente.

Me cuentan que todos estaban incómodos y se movían nerviosamente en sus sillas y que nadie se atrevió a hacer demasiadas preguntas sobre el tema. El pepino, por supuesto, no salió a colación ni para hacer una ensalada. Laila, con su aplomo, les ganó la partida. Se había presentado disfrazada de oveja, pero resultó ser un bonita lobezna.

Y eso es este país, un lugar donde los estereotipos se levantan y caen, donde nunca sabrás a qué atenerte ni qué pensar, un lugar para acercarse a los demás con la inmensa libertad de quién no sabe nada e indagar debajo de sus máscaras. Lo que encuentres, siempre será sorpresa.

jueves, 22 de octubre de 2009

Los comerciantes de El Cairo y la percepción del tiempo.

Mi barrio está lleno de pequeñas tiendas donde uno puede encontrar casi de todo. Esto no significa que siempre lo tengan a disposición, no, pero los vendedores suelen tener un talante muy comercial y se desvivirán por conseguir lo que quieras, sea esto lo que sea. Yes, madam, yes, tumorrou.

Y tumorrou, suele ser tomorrow o after tomorrow o cualquier día de tu futura existencia.

Al día siguiente, cuando te vean aparecer, se desperezarán después de un reparador sueño junto al mostrador, se atusarán la galabeya y te dirán con una sonrisa, no problem madam, tumorrou back, no problem...y aunque quieras "armarla", ganarás en salud si no lo haces, créeme, a quién le importa esto? quién tiene prisa? no he contado muchas veces que en esta ciudad hay que olvidarse de ese detalle y dedicarse más a la meditación? bueno, pues eso, a meditar.

Aunque parezca desesperante, no lo es, salvando los plazos de entrega y la posibilidad de que te consigan una batidora en lugar del destornillador que habías pedido, comprar en estos pequeños comercios es una de las cosas más encantadoras de este lugar.

Los tenderos suelen ser tan amables y dispuestos que no me queda más remedio que sentir añoranza por aquello que nosotros hemos perdido hace ya tanto tiempo. Aquí, resulta normal que te inviten a sentarte con ellos y te ofrezcan un té recién hecho, o que corran al quiosco de la esquina y te traigan cualquier cosa que te apetezca beber. Normalmente se acepta con cortesía porque forma parte de su hospitalaria cultura, no se te ocurra pensar si el agua estará hervida, el vaso limpio o si el té habrá sido fumigado, sibaritismos no, plis.

El único problema que veo a este recibimiento, es si alguien se empeña en compartir su almuerzo contigo. No es inusual que entres en una tienda y encuentres el mostrador cubierto con hojas de periódico y un montón de comida que no podrás identificar. Si te preguntan si te apetece algo, mejor declárate alérgico, enfermo o hazte el tonto, te saldrá a cuenta.

Pero a pesar de estos "efectos secundarios", os recomiendo que cuando visitéis la ciudad os toméis tiempo no sólo para visitar las pirámides o el museo, sino para vivir el día a día de El Cairo y os aventuréis a visitar alguno de los pequeños comercios que salpican toda la ciudad. Os aseguro que tendréis la grata sensación de que todavía hay tiempo para un té y una trivial charla, para desconocidos que no lo son tanto y para aprender otro ritmo de vida muy diferente al nuestro.

Sí, para todo esto que pareciendo poco, es mucho.

lunes, 19 de octubre de 2009

Los Zabalines, cristianos coptos y la recogida de basuras.

En el post anterior toqué el tema de las basuras, un asunto tan presente en la vida de El Cairo, como lo son las pirámides, los bauabs o los gatos resabiados. Lidiar con ellas, mejor o peor, forma parte de nuestra vida cotidiana.

Muchas veces me he preguntado por qué en esta ciudad abierta al mundo y empeñada en lanzar una buena imagen al exterior, no hay todavía un sistema de recogida de basuras que funcione, que la haga más amable y habitable.

Pasear por sus calles puede convertirse en una auténtica pesadilla, en una tarea llena de obstáculos, de cables pelados, ramas y hojarasca, de cristales rotos, piedras y comida maloliente, de excrementos varios y de interminables montañas de basuras vecinales. Si no eres persona de reflejos, lo tendrás complicado para subir y bajar de la acera con soltura, para saltar a la carretera sin que te atropelle un coche o para esquivar lo que tienes por encima de tu cabeza sin que te haga caer lo que tienes por debajo de tus pies.

Desde hace más de cien años, han sido los Zabalines los responsables de la recogida de basuras. Esta minoría cristiana copta vive, o mas bien malvive, del reciclaje de lo que encuentran recogiendo piso por piso y puerta por puerta los desperdicios de una ciudad de más de dieciocho millones de habitantes. Una vez en sus casas, en sus salas o cocinas, las mujeres y los niños analizan minuciosamente el contenido de cada una de las bolsas, separando el plástico y el papel de lo orgánico, que sirve de comida para los cerdos que crían.

Como este sistema de recogida parecía no funcionar, el gobierno egipcio decidió contratar, hace unos años, a un par de empresas extranjeras, incluida alguna española. La iniciativa fracasó desde sus inicios por la terrible estructura burocrática a la que se enfrentaron, los robos de material y la negativa de los ciudadanos a pagar impuestos por un servicio que aunque deficiente tenían practicamente gratis.

En cuanto a robos, algunos de los más curiosos se produjeron cuando los más avispados detectaron que aquellos contenedores de basura verdes podrían tener otros usos mejores para la propia economía doméstica. Así empezaron a usarlos como carro de la compra, tienda de frutas o de lo que fuera e incluso de aire acondicionado, cuando descubrieron que llenándolos de cubos de hielo podían aislar la casa del calor durante todo el verano.

Con este panorama, las empresas extranjeras hicieron las maletas y el servicio volvió a manos de los basureros coptos que se siguen valiendo de sacos, carros y burros para recoger las diez mil toneladas de basura que produce esta ciudad. ¿
Sorprendidos?

Una vez, visité el barrio donde viven y seleccionan las basuras, Muqattam y escribí mis impresiones en un post, aquí lo podréis leer. Además, os adjunto un vídeo muy interesante sobre la vida en este barrio, lo entenderéis aún sin hablar inglés, las imágenes bastan.

Fr. Samaan y la ciudad de las basuras. Parte 1
Fr. Samaan. Parte 2

Nos vemos pronto, amigos. M*a salama.



miércoles, 14 de octubre de 2009

Por un Cairo sin basuras.

Parece ser que hoy es el "Día Nacional de la Basura" y yo sin enterarme, amigos. Hay barricadas por todas partes, enormes pilas, barreras infranqueables de deshechos orgánicos e inorgánicos.

Con este inesperado panorama me he visto en la calle y como no me quedaba más opción que seguir con el paseo matutino de Gorbea, me lo he tomado como uno de esos retos diarios que hay que salvar con puntos y que te acercan a un estado de autocontrol tal que ya lo quisieran los yoguis.

Así que además de sortear los clásicos adoquines traicioneros, mierdecillas varias, árboles caídos, cables eléctricos, e infames agujeros infinitos, hoy he tenido que esquivar grandes pilas de basura, pero graaandes, muy graaandes, parte en bolsas azules y negras, la mayoría sueltas, cubriendo con una maloliente alfombra ácida, carreteras, aceras, entradas de colegios, casas y embajadas.

El camino se ha convertido en una competición de "Agility", suerte que los pastores vascos, son especialmente habilidosos para este deporte. Pero permitir que os diga una cosa, un perro, es un perro y les encantan los olores a comida aunque sean nauseabundos. Con este precedente, os diré que he sufrido de estirones y zarandeos que a punto han estado de causarme un resbalón de negras consecuencias, todo por su empecinamiento en meter el hocico en cuanta inmundicia encontraba a su paso. Ya lo dice el refranero, la cabra siempre tira al monte.

Y como en todas las historias de esta ciudad, también en ésta encontré lo verdaderamente sorprendente. Nadie, pero nadie, parecía prestar atención al insalubre entorno. Los bauabs, estaban sentados a las puertas de las casas, té en mano como si aquello no fuera con ellos. Otros, esperaban a la puerta del colegio sentados encima de cartones, compartiendo suelo con los desperdicios y muchos de los coches aparcaban sobre aquella innombrable alfombra.

Cairo, madre de todas las ciudades, ya sabes que te quiero, pero a veces es p'a matarte.

martes, 13 de octubre de 2009

De Cairo a Amman. Una historia de avión

El otro día, salí para Jordania en uno de esos aviones que parecen hechos con retales de otros que ya pasaron a mejor vida.

Cuando me percaté de que la tapicería de los sillones era de tres colores y estampados diferentes me eché a temblar y comencé a buscar de forma compulsiva otros indicios de ruina.

Encontré la alfombra llena de lamparones y deshilachada, como si alguien hubiera tirado del hilo hasta acabar con ella, los cierres giratorios de las mesas, holgados, desportillados, la pintura deslavada y en el baño, un inodoro que parecía que se lo habían traído de algún vertedero. Me sorprendió encontrarme las instrucciones de uso en inglés y aunque desdibujado, todavía legible. Viva la Star Alliance, qué viva, qué viva!.

Despegamos a trompicones, los neumáticos debían estar en la últimas, a juzgar por los apocalípticos ruidos que se oían en la pista. Con resignación cerré los ojos y escuché los versos del Corán que escurrían por los altavoces. Respiré profundamente y me dije que de peores había salido.

A mi lado estaba sentado P. junto a un pasajero de Arabia Saudí vestido de blanco, con unas largas y esponjadas barbas negras. Y como no había mucho que hacer, me hice la dormida y puse muchísima atención a la conversación que se traían.

Por poco me delato cuando le oigo preguntar sobre mí. Esposa, esposa? cuantos años?...madre mía, qué nervios me entraron, ya me vi formando parte de un harén. Agudicé el oído para oírle contar que tenía dos esposas y nueve hijos, situación que no le parecía muy favorable, puesto que a él le gustaba "trabajar" cada noche y con dos no conseguía alcanzar objetivos. Dejó claro que cuatro mujeres era lo ideal, cuando una estaba cansada o le dolía la cabeza, siempre se podía recurrir a otra.

Cuando supo que yo ya estaba casada y que a mí con un marido sí me bastaba, cambió de tema y sacó un frasco de perfume que se había comprado en Camboya, dijo y sin previo aviso, le vertió a P., que estaba perplejo, una buena cantidad para que opinara sobre aquella esencia exótica.

Parece que los dulces vapores que se habían condensado, le soltaron la lengua y a partir de ese momento, no sólo lanzó una clase magistral de religión, sino que se atrevió a comentar el premio Nobel de Obama. Obama? igual a Bush, Irak, destrozado, ellos petróleo. Me dejó perpleja su facilidad para presentar la cruda realidad sin conjugar. Después de esta confesión, se concentró en la lectura de su libro sagrado.

Desde Egipto a Jordania se llega en un suspiro y en cincuenta minutos comenzamos a descender, entrando de nuevo en esa fase donde al personal de vuelo le es imposible reducir al pasaje. A muchos no les da la gana sentarse o atarse, a otros, se les ocurre sacar sus maletas y dejar los compartimentos abiertos, los celulares, por supuesto encendidos, comienzan a dar entrada a los mensajes a ritmo de pop árabe y aquello se convierte en tierra de nadie.

En medio de este desmadre, había una niña de unos 6 años que parecía una domadora. El poco pelo que tenía estaba recogido con una diadema de peluche y varias horquillas fluorescentes. Llevaba un minivestido con volantes sintéticos de lentejuelas encima de un body dorado con leotardos de rayas rosas y blancas. La vi circulando de una fila a otra sin ningún control mientras tomábamos tierra.

Llegué al mostrador de inmigración y la cola era interminable, así que para ahorrarme la espera, saqué el pasaporte rojo y esperé que el oficial no notara que allí había dos sellos de entrada a Israel. Miré hacia abajo todo el tiempo esperando el interrogatorio, hasta que la barrera se abrió.

Respiré y me dejé conducir por las limpias y claras calles de Amman.

viernes, 9 de octubre de 2009

Blog del día.


El otro día me llegó uno de esos e-mails que alegran la vida de un bloguero. Leí el título y lo abrí con mucha curiosidad. Y vaya sorpresa, el día 9 de octubre, Cuadernos de El Cairo sería nombrado el "Blog del día".

Semejante título me resultó inesperado y fantástico y me llenó de razones para continuar con mi particular escalada al "K2" y me expreso en estos términos, por el frío que a veces hace y el esfuerzo que requiere mantenerse vivo en esta curiosa e inhóspita blogosfera a la que pertenezco.

Y mientras estaba ocupada contestando a las preguntas que me habían hecho, perdí la noción del tiempo y parece ser que también el oído, porque cuando volví al mundo, alertada por el "Ach du Scheiße!" de P. (este improperio, mejor no lo traduzco) me pareció que el mundo se estaba viniendo abajo.

Entonces me asomé al salón, no sin cierta aprensión y vi como del aparato del aire acondicionado salía una cascada de agua que caía a chorros por la pared, empapando los cuadros y corría por el piano, colándose entre las teclas y escurriendo hasta el suelo de madera, empapando las alfombras.

Como veis, aquí, cuando pasa algo, pasa de verdad.

Entonces recordé a Mohamed, el bauab y sus incursiones en mi casa para colocar una especie de tubos de goma que llevaran el agua que estas máquinas desprenden al exterior, hasta los árboles de la calle.

Y claro, no tengo ni que decir que la desgracia estaba cantada, porque aquí todos hacen de todo, sin tener idea de nada y como tampoco entienden los cuidados que nosotros dispensamos a las cosas, lo hacen de cualquier manera, así que es una guerra perdida de antemano.

Cuando vi aquel desmán, me salieron los peores instintos asesinos, mezclados con una resignación tal que me indicó que estaba muy cerca de la iluminación o de la locura.

Desmontar las teclas del piano, una a una y dejar la caja completamente vacía, relajó mi mente de una manera mucho más saludable que si me hubiera dado por abofetear al bauab o a cualquiera de sus compinches.

Han pasado ya unos días y parece que el instrumento sobrevivirá. Vaya milagro.

Y hoy es 9 de octubre! así que si os apetece leer la entrevista, entrar aquí.

Muchas gracias a Rafael R. López y a toda la gente del blogdeldia.org.

viernes, 2 de octubre de 2009

Cuando el desierto no está desierto. Wadi El-Aat

El primer día en el Sinaí esperé con absoluta pasión la llegada de las horas que preceden al crepúsculo. La idea de atravesar silenciosamente aquellas montañas rojas y sus arenales, de pasar entre los escasos arbustos y encinos y sentarme a esperar a que el sol se apagara, me pareció una cura perfecta frente al caos que siempre me acompaña en "la victoriosa".

La recomendación la encontré en una guía de viajes alternativa y me
pareció que aquella propuesta era realmente para viajeros independientes, así que mantuve la esperanza de encontrarme con un entorno relativamente "virginal".

El desierto te da una agradable sensación de soledad e inmensidad terrenal sin dueño. En este entorno es difícil imaginar que alguien pueda colocar una barrera entre dos piedras y cortar la entrada a ese infinito que se extiende hasta donde la vista alcanza.

Pero una cosa es la imaginación y otra la realidad, así que encontrar un puesto de policía en mitad de la nada me sorprendió y no pude imaginarme de q
ué malhechores o facinerosos estaban protegiendo aquel desierto interminable, con una barrera de madera de apenas 3 metros de longitud.

Y me pararon, sí lo hicieron y aunque me temí lo peor, conseguí el permiso para continuar cuando hice la firme promesa, de regresar por aquel improvisado paso al infinito.

Pasé aquella singular frontera con la ilusión de contemplar un paisaje
que prometía ser original e impredecible y casi me entraron ganas de soltar grititos y saltar en el asiento, pero aquella emoción infantil me duró más bien poco.

No había avanzado más que un par de kilómetros cuando me sorprendió el lejano ruido de motores, así que me volví y una cegadora polvareda me sacó del sueño de Moisés.


Lo que me encontré en aquel sin fin, fue una larga caravana que cruzaba el valle serpenteando y que traía a la primera expedición de turistas subidos en quad, esa endiablada moto de cuatro ruedas. Y digo la primera, porque calculé que cada cinco o diez minutos, aquella barrera se subía para dar paso a decenas de ellos.

El panorama, lejos de molestarme, me produjo un alborozo tremendo, más relacionado con la sociología y mis ansias de conocer el comportamiento humano, que con otra cosa y me paré a un lado de la pista para verles pasar, algunos a medio vestir, con las sonrosadas lorzas al descubierto, pero todos con sus cabezas y bocas cubiertas con pañuelos palestinos, rojos o negros. Aquello no podía ser verdad, parecía que les habían preparado para buscar entre adversidades y peligros el Santo Grial.

Así me mantuve durante un rato, viendo subir y bajar la barrera y haciendo toda suerte de elucubraciones sobre el sentido de los viajes organizados y de la aventura prefabricada.


Y mientras allí estaba, vi a lo lejos cinco autobuses vacíos, cuyos pasajeros llegaban montando camellos de paso lento y cansado. Me pareció el colmo, así que me alejé, con una enorme sensación de alivio y dejé atrás aquellas caravanas de exploradores ficticios.

Bajando el valle, apenas un par de kilómetros fuera de la pista, todo se calmó. Entonces pude ver aquellos colores, cada vez más rojos, más intensos y el nebuloso manto que fue cubriendo todo hasta desaparecer.

Sentí pena por aquellos. Tan cerca estaban, pero tan lejos.